Algo me persigue con
rapidez y ferocidad, algo quiere atacarme sin piedad ni compasión
para desplomarme y hundirme en el abismo del que pertenece. No sé
porque lo hace, no sé porque me persigue, ¿Acaso tengo una deuda
pendiente? ¿Acaso soy su presa del día? La respuesta no la sé, pero,
ya lleva varios días persiguiéndome y cada día está más cerca de
alcanzarme. Es una sombra que no distingo, una presencia que no
reconozco, un gigante sin rostro ni cuerpo que no descansa ni reposa
solo tiene un trabajo, solo tiene una tarea y es alcanzarme sin
demora.
Hoy me he levantado y me
he dado cuenta de que ya nada me persigue, no hay nada detrás de mí.
Suspiro y me relajo sin percibir que ahora está al lado mío, sí,
ahora el gigante es mi acompañante. Sorprendida y temerosa recorro
todo su ser con mi mirada, lo veo, pero no tiene rostro, lo siento,
pero no tiene cuerpo, escucho cuando me susurra, pero no tiene boca.
Sin embargo, es enorme y poderoso, esta rabioso, pero calmado. Me
acompaña a todos lados va conmigo al trabajo, va conmigo al
gimnasio, va conmigo de fiesta con mis amigos y amigas, va conmigo a
visitar a mi familia, va conmigo a todas mis reuniones y siempre, sí,
siempre vuelve conmigo a la casa. Es mi fiel mi más fiel
acompañante. No sé porque me eligió a mí, tampoco sé por qué no se
retira, tengo tantas preguntas que hacerle, quisiera saber de dónde
viene, quisiera saber si tiene nombre, pero, me intimidan sus
facciones.
Algo me ha golpeado
temprano en la mañana sin pleno aviso sin pedir permiso, me golpeo
con mucha furia, me golpeo con mucha fuerza, mire al lado mío y ahí
estaba mi acompañante más gigante y grotesco que nunca. Estaba
furioso conmigo por haberme dormido y dejarlo solo, fue la primera
vez que me ataco me dio un golpe silencioso que nadie escucho, que
nadie durante todo el día noto, yo no puedo decir nada porque el
permanece al lado mío, sufro en silencio mis heridas que me desgarran
por dentro, como si fuese un parásito inmune a los antibióticos.
Nunca se separa de mí, no me deja sola ni una hora, ni un minuto, ni
un segundo del día, siempre está pegado a mi persona como partículas
del núcleo atómico, como cinta adhesiva, como mantequilla de maní
en el paladar, como si fuera un chicle, como si fuera una avispa
aterrizada en mi piel con la intensión de picarme.
Con angustia e
inseguridad nos dirigimos a la casa después de un largo y tedioso
día de trabajo, aunque antes me gustaba mi trabajo ahora las cosas
han cambiado, ya no puedo hablar con nadie, ignoro a todos mis
compañeros de trabajo porque a mí nuevo y fijo acompañante no le
gusta que converse de ningún tema con ellos, dice que no me valoran
y que ninguno de ellos me quiere de verdad, solo son fingidores que
se aprovechan de mí. Al principio pensé que mi acompañante solo
estaba celoso de ellos, pero, luego su forma de pensar influyo en mí,
se introdujo en mi mente como un tornillo que se enrosca hasta quedar
ajustado y pronto comencé a pensar como él. Mientras más pasaban
los días menos deseo tenia de ir al trabajo, me sentía vacía y sin
energías, sin productividad ni comunicación. Hasta que esa nube
gris sin claridad alguna se convirtió en el despido de aquel medio
de sustento de vital importancia para mi persona.
Mi acompañante está
feliz, su corazón late al ritmo de la luz a causa de quedarse solo
conmigo en la casa, sin embargo, su alegría no disfraza su crueldad,
no limita su agresión. Aunque es paciente, dedicado y conversador,
me repite las cosas una y otra vez hasta que pueda memorizarlas.
Ahora ya no voy al gimnasio ni salgo a correr, mi guardián dice que
esas actividades son para personas con buena presencia y un cuerpo
perfecto. Al contrario, yo tengo un cuerpo desastroso y una presencia
nula, esas actividades no son para mí, estar en la calle es
entorpecer a las personas obligándolas a ver un cero a la izquierda
de escasa importancia, un fracaso irremediable, un desperdicio sin
fondo, las vísceras que bota el carnicero, el desecho de la
sociedad. Lo mejor que puedo hacer es no salir de casa. Mi enorme
compañero era fiel en hacer que yo entendiera todas esas cosas, no
dejaba de susurrarlo hasta que yo lo acogiera y lo asimilara.
Siempre me ha gustado
alimentarme de buena comida y preservar mi salud, pero tanto tiempo
de ocio me hacen comer más de la cuenta. Mi vigor a desaparecido, la
potencia a escapado de mí, mis fuerzas se esconden y mi calor se
apaga. ¿Como poder sostener mi cuerpo y arrastrarlo a la cocina? Lo
único viable, es comprar comida rápida y procesada con altos
niveles de grasas saturadas, además de aditivos como conservantes,
saborizantes y colorantes. Aunque aquellas comidas son atractivas
para mi paladar, poco a poco contribuyeron a mi temprana obesidad.
Mi acompañante me
observa, cada día está más grande con una fuerza extraordinaria
apoderándose de todo mi ser, desde que llego a mi vida la cambio sin
retroceso, la moldeo a su manera y llego para quedarse. A veces no
entiendo su comportamiento, pero lo absorbo como esponja, he copiado
desde sus palabras y gestos hasta sus emociones y rutinas e incluso
el ritmo del habla. He absorbido su indiferencia hacia los demás, su
forma pasiva y bajo sonido al hablar. Siempre mencionando y
resaltando las cosas negativas y vergonzosas sobre mí.
Una noche más en la que
no puedo dormir, una noche más en desvelo haciendo más miserable mi
existir, a mi acompañante no le gusta quedarse solo si duermo tan
solo un minuto su furia se incrementa, su ira se agravia, su cólera
se enciende llegando a su máxima irritación. Nos acostamos en la
cama sin cerrar los ojos ni pensar en descansar, y lo escucho
murmurar en un nuevo nombre que me pueda identificar. Aprovecho el
momento y el tema en cuestión para preguntarle algo que desde que
llego he querido saber, ¿Tu nombre cuál es? Y contemplando mi
desaliñado y feo cuerpo tirado en la cama como basura al zafacón me
respondió:
De ahora en adelante tú
te llamaras Inútil y mi nombre es Depresión.
ESCRITO
POR:
ANA
CHARLES GABRIEL.